Actualizado: 06/12/2018
Aunque todavía está en fase de pruebas, ya ha despertado la atención de muchos. Y no es para menos. Con la mente puesta en quienes se enfrentan a desastres naturales, conflictos armados o la desigualdad económica, LifeArk es un sistema de viviendas modulares que se ensambla como un Lego y que puede soportar hasta 30 años en superficies terrestres y acuáticas. Además, este sistema constructivo a base de módulos prefabricados está dotado de sistemas para vivir sin conexión a la red.
La idea, que acaba de ser elegida entre más de 460 propuestas como finalista de la competición anual Buckminster Fuller Challenge, partió del arquitecto e impulsor de la firma GDS Architects, Charles Wee quien, a través de un familiar que se trasladó a la isla de Santa Rosa, en Perú, entró en contacto con una realidad que desconocía: la de la vida bajo la permanente amenaza de las inundaciones.
Del traslado a la zona y de la búsqueda de soluciones para ese caso concreto surgió LifeArk que, precisamente, saltará del papel a la realidad en esa comunidad peruana situada en las proximidades de la frontera con Brasil. En ella, y en colaboración con el colectivo local Buenos Amigos, se planteará el desarrollo de una comunidad sostenible a partir del uso de LifeArk.
El sistema se probará también en un lago en Texas, donde está prevista la próxima instalación de varias unidades de LifeArk que se integrarán en la universidad cristiana JAMA Global Campus.
El salto, de un piloto a otro, no presenta inconvenientes, puesto que este sistema puede trasladarse a cualquier lugar en contenedores de transporte de mercancías estándar. Las facilidades se extienden al proceso de construcción de las viviendas, tan fácil, según Wee, como montar un Lego. De hecho, el ensamblaje de una construcción puede realizarse en un 80% con mano de obra no cualificada en construcción y con herramientas de uso habitual. El tiempo de construcción también se acorta al máximo, para poder da una respuesta ágil a las necesidades de vivienda.
Pero LifeArk, que tiene una vida útil estimada en hasta 30 años, no solo es apto para viviendas. De hecho es escalable -puede servir para una unidad o para una comunidad entera- y absolutamente flexible. Lo mismo puede emplearse para alzar una casa, que para estructuras tan variadas como centros comunitarios, clínicas de salud o granjas hidropónicas.
Este modelo está preparado también para soportar en superficies terrestres o acuáticas, e incluye módulos compuestos de polietileno relleno de espuma para reforzar la estructura y la capacidad térmica. Pero, además de ser escalable, flexible y económico, aporta también soluciones para vivir sin conexión a la red; algo frecuente para las poblaciones en las que se ha pensado para dar forma a esta iniciativa.
Por ello, esta alternativa habitacional incorpora paneles solares fotovoltaicos para aportar hasta 21’3 Kwh, así como sistema de recolección y filtrado de hasta 2.100 litros de agua, y un sistema para el tratamiento de basura.
Los más de 65 millones de refugiados y desplazados forzosos que hay en el mundo, así como las mil millones de personas que habitan en barrios marginales, son parte de esos grupos de población para los que LifeArk puede ofrecer una respuesta. Las personas sin hogar, son otro. Así lo ven los promotores de este proyecto que, en su propia ciudad, Los Ángeles, donde más de 58.000 vecinos carecen de una vivienda, están colaborando con una organización que apoya a este colectivo para favorecer que sus miembros, como el resto, puedan acceder a una vivienda “segura, digna y sostenible”.
Más información en LifeArk.
Deja una respuesta