Actualizado: 29/09/2022
El rechazo a continuar con la construcción de dos reactores en Carolina del Sur, en Estados Unidos, ha vuelto a poner la continuidad de la energía nuclear en cuestión. Aunque las posiciones están muy enfrentadas alrededor del mundo, lo sucedido al otro lado del Atlántico es un indicador de que el renacimiento de la nuclear que se predijo años atrás ha sido un espejismo.
El carpetazo al proyecto nuclear en la planta de V.C. Summer cuando la ejecución de las obras rondaba el 40% se produjo después de que el proyecto acumulara retrasos al mismo ritmo que se sumaban enteros a la inversión prevista. En el curso de los trabajos esta llegó a doblar la estimación inicial.
Tras la decisión, en la que también influyó el estancamiento de la demanda de electricidad y una amplia oferta de gas natural a precio competitivos, el gigante norteamericano solo mantiene activa en su suelo la construcción de dos unidades en Georgia. Esta circunstancia, a la que se unen los cierres ejecutados y previstos de alrededor de una docena de plantas alrededor del país, según informa The New York Times, refuerza la idea de que la situación tiende más al ocaso que hacia un resurgimiento.
A este lado del Atlántico, lo ocurrido en Estados Unidos puede impactar en Reino Unido, donde el principal proyecto en curso –la planta de Moorside, con tres reactores previstos en Cumbria, al noroeste de Inglaterra- acumula retrasos. De hecho, la continuidad de los trabajos puede estar en jaque por la situación financiera de Toshiba.
En España, por su parte, el Gobierno ha dado finalmente luz verde al apagón definitivo de la central más antigua de las siete en funcionamiento en el país, la de Garoña. Pese a este paso y a que decenas de organizaciones se hayan movilizado a favor del apagón nuclear y del impulso a las renovables, desde el Ejecutivo se apunta a que España no está posición de prescindir de la energía nuclear. Si se hiciera, aseguran, impactaría en el precio de la energía, que subiría alrededor de un 25%.
En el entorno español, la falta de una postura común respecto al futuro de la energía nuclear es patente. Así, por ejemplo, mientras Portugal solo cuenta con un reactor orientado a la investigación; al otro lado de la frontera que trazan los Pirineos Francia se sitúa como el segundo productor del mundo por detrás de Estados Unidos. Con 19 centrales a lo largo del país, ni siquiera ha sido posible por el momento echar el cierre de Fessnheim, la más antigua. Aunque esta clausura figuraba como compromiso electoral del ex presidente François Hollande en 2012, el cierre no se producirá al menos en los próximos dos años.
En claro contraste se posiciona Alemania, que avanza hacia el apagón definitivo de la energía nuclear en 2022 y hacia una verdadera revolución de las renovables. En lugares como Suiza, la ciudadanía ha respaldado en referéndum la eliminación de la energía nuclear a favor de las alternativas limpias mientras que, en el continente asiático, en países como Japón la continuidad de la nuclear está entredicho tras lo ocurrido en Fukushima.
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