Durante décadas, las compañías de combustibles fósiles han intentado engañar al público haciéndole creer que el metano, comercializado bajo el engañoso nombre de «gas natural», es un combustible «puente» limpio hacia el futuro. Aunque es cierto que quema más limpiamente que el carbón, el metano es 80 veces más destructivo para la atmósfera que el dióxido de carbono. Si bien la humanidad ha monitoreado rigurosamente la así llamada Curva de Keeling, que rastrea el aumento del dióxido de carbono en la atmósfera durante décadas, solo hasta hace poco se comenzó a monitorear la cantidad de metano que entra en la atmósfera.
El avance tecnológico y los nuevos desafíos
Gracias a los avances tecnológicos, ahora contamos con satélites capaces de detectar el metano no quemado que se libera desde sitios de perforación, líneas de distribución y dentro de los edificios, revelando que estas emisiones son mucho mayores de lo que se conocía anteriormente. Frente a esto, la industria ha sido indiferente, tratando estas emisiones como un simple costo de hacer negocios, a pesar de que su producto es un factor significativo en el calentamiento global.
Estrategias de ocultamiento
Existen dos métodos principales para deshacerse del metano excesivo en el cabezal de pozo: liberarlo directamente a la atmósfera, conocido como «ventilación», o quemarlo, conocido como «quema». La quema convierte el metano en dióxido de carbono y otros productos de desecho, pero es visible por satélite. Por lo tanto, las compañías han comenzado a construir grandes estructuras sobre las operaciones de quema para ocultarlas de la vista de los satélites.
Impacto y regulaciones internacionales
Según un informe de The Guardian, la tecnología diseñada para cortar las emisiones de metano está impidiendo que los científicos detecten con precisión los gases de efecto invernadero y otros contaminantes en instalaciones industriales que emplean la quema. Este hecho ha sido documentado en países como Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y Noruega.
El Banco Mundial y la Unión Europea, junto con otros reguladores, han estado utilizando satélites durante años para encontrar y documentar las quemas de gas, instando a las compañías energéticas a capturar el gas en lugar de quemarlo o ventilarlo. A pesar de estos esfuerzos, y de iniciativas como Cero Quema Rutinaria para 2030, establecida durante la conferencia climática de París, las «quemas cerradas» han comenzado a aparecer, utilizando quemadores cerrados que ocultan la llama y son menos eficientes que las quemas abiertas.
El continuo juego del gato y el ratón entre las compañías de combustibles fósiles y los reguladores persiste. Mientras los gobiernos intentan reducir las emisiones por el bien de la sociedad, las compañías de combustibles fósiles continúan ideando maneras de evadir estas regulaciones. Este conflicto subraya la importancia crítica de desarrollar políticas más estrictas y métodos de monitoreo avanzados para asegurar un futuro más sostenible y menos dependiente de los combustibles fósiles. La pregunta sigue siendo, ¿Cuándo terminará esta locura? Quizás, solo cuando se haya extraído el último mol de petróleo, metano o carbón de la Tierra.
Rolando Bolaños dice
La idea principal es que los detractores u opositores de los hidrocarburos ponga también esfuerzo de su parte a fin de hallar o generar un tipo de energía barata y de amplio uso y modo de almacenamiento y transporte que pueda reemplazar a los hidrocarburos y no sólo quejarse. El petróleo no sólo se usa para muchos fines porque es ubicuo y barato sino porque hasta ahora la ciencia y tecnología no ha podido encontrar su remplazo conveniente.