Desde el año 2002 se ha venido escuchando en el mundo un concepto denominado “huella hídrica” o huella del agua. Éste fue introducido por el profesor e investigador holandés Arjen Hoekstra, miembro del Instituto de Educación del Agua de la UNESCO. La finalidad de la huella hídrica es proporcionar información sobre el uso, el abuso y el consumo general del agua por los diferentes sectores de la sociedad. Contempla la cantidad de agua total requerida por cada país y mide el impacto de este consumo sobre el planeta y sus recursos.
Se puede decir que es el volumen o cantidad total de agua dulce se utiliza para producir todos los bienes y servicios que cada persona consume en el mundo. Sin embargo, se puede medir también por comunidad o por empresa y no solo a nivel individual.
La huella hídrica, además del agua consumida, mide también el agua evaporada o en toda una cadena de suministro, en un determinado espacio de tiempo, por un individuo o para la producción de cualquier bien.
Existen varias maneras de calcular este indicador, pero puede estimarse a través de la multiplicación del conjunto de todos los bienes y servicios consumidos por la cantidad de agua empleada durante su proceso de producción. Para realizar dicha estimación es necesario evaluar y tomar en consideración diferentes aspectos relevantes además de la cantidad total de agua consumida, como el clima, la producción agrícola y los hábitos de consumo en un determinado espacio geográfico.
Clasificación de la huella hídrica.
Según este concepto, la huella hídrica se divide en tres partes o fuentes de agua:
- Huella hídrica azul: es la cantidad de agua dulce consumida de los recursos hídricos del planeta (aguas de la superficie y subterráneas) y que luego se devuelve al medio ambiente.
- Huella hídrica verde: se refiere al volumen de agua que se evapora y que proviene de las precipitaciones.
- Huella hídrica gris: es el agua que resulta contaminada y que se requiere durante el proceso de producción de bienes y servicios.
Este indicador permite a las instituciones correspondientes llevar a cabo acciones para optimizar la gestión del agua. Este concepto toma en cuenta no sólo las estadísticas que comprueban que, por ejemplo un ciudadano americano promedio usa aproximadamente 378 litros solamente en sus actividades de aseo diario, sino también a la cantidad de agua que no vemos pero que ha sido utilizada para elaborar cada producto que consumimos o cada servicio que adquirimos. Tomando en cuenta este concepto que abarca hasta la ropa que vestimos, el promedio de consumo de agua de cualquier individuo puede alcanzar los 8.000 litros.
Como es de suponer, la cifra varía según el grado de desarrollo de cada país y este factor, aunado al cambio climático, está agudizando la crisis hídrica en el mundo, estimando que para el año 2025 en dos tercios del planeta se agravará esta situación.
Por ello el objetivo debe ser reducir la huella hídrica de cada persona, comunidad o empresa y generar conciencia para hacernos consumidores más responsables.
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