Actualizado: 27/04/2023
De ser un lugar “desagradable para caminar” por el calor, la suciedad y la falta de zonas de sombra, a convertirse en un área verde en la que la vida fluye, tanto la de las aves como la de las personas que pasean, a pie o en bicicleta, por este lugar.
Ha sido el arrojo de los vecinos el que ha permitido convertir el barrio de Dunbar Spring en un oasis para Tucson, ciudad de Arizona ubicada en el desierto de Sonora en la que la dinámica de aridez a fuerza de escasez de agua, y de inundaciones cuando esta hace aparición, se ha roto gracias a la participación ciudadana y a su apuesta por los jardines de lluvia.
La descripción del barrio tal y como era antes de que este movimiento echara a rodar la realiza Brad Lancaster, experto en recolección de agua de lluvia que se trasladó al vecindario en 1994 para plantar una semilla que ya ha germinado. “Recolectar agua de lluvia es una pasión para muchos residentes de Dunbar Spring”, asegura la asociación de vecinos. De hecho, en la zona no solo se impulsan de forma permanente talleres y cursos sobre la materia, sino que se han plantado ya alrededor de 1.400 árboles, además de lograr cambios en la política local para ofrecer acomodo a su iniciativa y para que esta se pueda seguir extendiendo por la ciudad.
Y Tucson no es una ciudad cualquiera. Ubicada en el desierto, su nivel de precipitaciones roza las 12 pulgadas al año (unos 30 centímetros). Sin embargo, cuando el agua dice de caer, lo hace con tal intensidad que las inundaciones no son raras en la zona.
“Como crecí aquí, mi juego favorito eran las inundaciones. Empleaba horas y horas en construir ciudades de tierra para, luego, destrozarlo todo anegándolo”, bromea Lancaster.
Artífice del cambio, este estadounidense tomó como punto de partida de sus ideas las experiencias de un ciudadano que conoció en Zimbabue, Zephaniah Phiri Maseko, que se propuso crear un jardín de lluvia, con sus presas bien ubicadas y con plantas que absorbían el agua y revitalizaban su tierra.
Sobre esa base Lancaster se puso a trabajar en su vivienda en Tucson, donde aplicó un método para prevenir inundaciones, evitar el derroche del agua de lluvia y plagar de vegetación un entorno que, si por algo está marcado precisamente, es por su aridez.
Con la ayuda de su hermano, empezó a dar forma a un sistema que, luego, replicarían muchos vecinos. Observar el movimiento del agua fue su primer paso y es hoy el primero de los ochos principios para la creación de jardines de lluvia difundidos por este estadounidense.
Estos pasan, precisamente, por plagar de especies autóctonas que absorban el agua las zonas por las que esta fluye, de manera que se filtre al suelo y potencie el crecimiento de la vegetación.
La idea llamó tanto la atención que muchos vecinos se animaron a sumarse a la iniciativa para, desde 1996, poner en marcha todo un proyecto de plantación de especies que, además de reforzar la seguridad frente a avenidas y llenar de verde el paisaje, ha transformado el barrio por completo haciendo del entorno un aliado y no un contrincante.
Con el proyecto en marcha desde hace ya años, los cambios se notan. De ese barrio poco acogedor que describía el promotor de esta transformación a su llegada, Dunbar Spring ha pasado a convertirse en ejemplo para muchos.
“Echando la vista atrás, es increíble cuánto verde, cuántas aves, cuánta belleza, comida y sombra tenemos”, enumera Lancaster algunos de los resultados más visibles de esta iniciativa. Pero hay más. El interés creciente de los vecinos por cuidar su barrio, las calles llenas de vida, o el regreso de especies como mariposas o polinizadores, figuran entre ellos junto a un descenso de los niveles de criminalidad. Y todo, por buscar soluciones en la naturaleza y apostar a una por ellas.
Maria Scasso dice
muy buena iniciativa,una persona con principios
Gladys Carcovich dice
Que bella historia de una comunidad unida para mejorar su ambiente. Todos unidos podemos mover montañas!