Perfeccionar los reactores solares es crucial para un futuro en el que la energía sea al 100% limpia. Es lo que asegura la comunidad científica internacional, que acaba de dar un paso prometedor en ese sentido. Lo ha hecho con el diseño de CONTISOL, tal y como se ha bautizado un novedoso reactor solar que funciona incluso de noche, con aire y sin emisiones. Para ello, los expertos han apostado por una innovadora aproximación: la combinación de energía solar de concentración con el almacenamiento térmico de energía.
En ese sentido, la idea sobre la que se ha edificado este nuevo modelo no ha sido otra que la de construir dos reactores en uno. “En uno, la luz del sol realiza directamente los procesos químicos y, en el otro, se almacena la energía”. Lo explica Justin Lapp, líder de este proyecto impulsado por el centro aeroespacial alemán (DLR) y el laboratorio griego CPERI/CERTH. Con esa suma de tecnologías lo que se ha logrado ha sido, entre otras cosas, superar una de las mayores deficiencias de los reactores solares. “El problema era qué hacer durante la noche cuando el sol no luce, o incluso en los días nublados”. La cuestión no era menor puesto que, al caer la temperatura, no solo se desperdiciaba el calor residual de estas tecnologías, sino que había que arrancar de nuevo, de cero, cada mañana.
Para evitarlo, se ha optado, por un lado, por la energía de concentración solar. Al igual que la quema de combustibles fósiles, pero sin impactos, esta alternativa permite alcanzar la temperatura necesaria para que se produzcan los procesos químicos que son necesarios para, por ejemplo, generar hidrógeno. Hasta aquí, todo entra dentro de lo normal. Sin embargo, unir a lo anterior el almacenamiento de energía ha sido clave. Con esto lo que se consigue es una temperatura estable las veinticuatro horas del día, luzca o no el sol.
Pero hay más. CONTISOL suma a los elementos clásicos de un reactor (por lo general una torre, los colectores solares y la cámara de reacción) el sistema de almacenamiento desde el que el calor que se obtiene del aire se transfiere para hacer posible las reacciones químicas. Para ello se emplea un receptor de aire abierto que, según los expertos, “abre el abanico de opciones para sistemas de almacenamiento de alta eficiencia, como el termoquímico”.
Que se haya acudido al aire tiene más fortalezas ya que pocas alternativas existen tan accesibles, disponibles y abundantes como esta. Además, el hecho de que no sea corrosivo es otro paso adelante en materia de costes y de seguridad. Sin consecuencias por las fugas, el nuevo modelo hace innecesaria la existencia de un circuito cerrado. El sistema “puede recoger el aire de la atmósfera y dirigirlo hacia el intercambiador para almacenar el calor. Luego, una vez el aire se enfría, puede volver a enviarse al exterior”.
Las potenciales ventajas de esta tecnología para la producción de combustibles solares son incuestionables. Por ello, el trabajo de los expertos no se detiene tras poner a prueba su primer prototipo. La buena noticia es que, durante los test de laboratorio, este reactor fue capaz de operar a 850 grados y con una capacidad de 5kW.
El propio equipo, que ha limitado las pruebas a la obtención de metano, es el que señala que queda trabajo por recorrer en la mejora de los reactores solares. “Esta escala es simplemente un prototipo para que entendamos cómo controlar el reactor. No sería comercializado con 5 kW”, apunta Lapp. “Comercialmente, entre uno y 5 MW sería lo mínimo para reactores a escala industrial, y estos podrían llegar a los 100 MW”, sostiene. Además del tamaño, el campo es amplio también en cuanto a combustibles solares a obtener, entre los que figura el hidrógeno, así como otros muchos.
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