Una nueva gama de biobaldosas fabricadas a partir de un material similar al vidrio fabricado con conchas de mejillón, arena y ceniza de madera. El nuevo material es el resultado de la colaboración entre la estudiante Lulu Harrison y el equipo de Bureau de Change.
Desde el Reino Unido llega un particular experimento que trata de responder al problema de ciertos residuos no reciclables con gran originalidad. Se trata de Thames Glass, un material de origen biológico que ha permitido fabricar baldosas biológicas similares al vidrio.
Lo interesante es precisamente el «residuo» utilizado en la producción de estas baldosas.
Se trata de conchas de mejillón Quagga, una especie que no es autóctona del Reino Unido y que suele acabar en los vertederos tras ser extraída de los canales del Támesis.
La creadora del biomaterial es la estudiante universitaria Lulu Harrison. Las conchas de mejillón se mezclan con arena local y ceniza de madera, lo que da como resultado un material que, al fundirse, puede soplarse de forma muy similar al vidrio. La misma empresa de servicios públicos que se encarga de la limpieza del fondo marino del Támesis suministra la materia prima a Harrison.
Reciclaje con calidad.
Los primeros experimentos de Thames Glass llevaron a Harrison a producir una serie de objetos de diseño y decoración. Pero fue el encuentro con el equipo de Bureau de Change lo que impulsó la investigación en el sector de la construcción.
Los dos propietarios del estudio, Katerina Dionysopoulou y Billy Mavropoulos, probaron una nueva forma para el material: baldosas biológicas para superficies vidriadas.
Dependiendo de la variedad de mejillón utilizada, el tono del biotilo cambia, desde el verde hasta el ámbar o el azul.
El vidrio es un material extremadamente sostenible, ya que es infinitamente reciclable. De este modo, un producto que de otro modo acabaría en el vertedero se utiliza para producir algo útil.
Es esta misma singularidad y diferencia la que constituye un valor añadido y crítico. De hecho, aunque cada baldosa es única, sería muy difícil estandarizar los requisitos de rendimiento y seguridad en caso de querer utilizar estas biobaldosas como material arquitectónico a gran escala.
Pero la experimentación y quién sabe, tal vez encuentren un futuro en la industria de la construcción.
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