Actualizado: 14/11/2022
Alrededor del 40% de las emisiones de gases de efecto invernadero proceden de los edificios. Por ello, la COP23 (conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático), que se ha celebrado en Bonn, ha prestado especial atención a la necesidad de promover la construcción de edificios de energía cero. En este camino hacia la construcción del futuro, marcado por los desarrollos de nuevos materiales, mirar hacia lo viejo será clave para seguir adelante y lograr que, desde este sector, también se avance en el cumplimiento de los objetivos para luchar contra el cambio climático.
Esa mirada a lo viejo, sugerida por Elizabeth Beardsley, consejera del US Green Building Council, pasa por la experimentación con materiales reciclados que permitan sustituir o, al menos, mejorar, clásicos como el cemento, que está detrás de buena parte de la contaminación que genera el sector de la construcción. La producción de estos materiales, y de otros como el acero, consume tal cantidad de energía (y libera tal cantidad de emisiones), que explica por sí misma la urgencia de apostar por alternativas bajas en carbono.
La madera, por ejemplo, gana terreno entre los materiales para la construcción del futuro, un campo en el que la investigación avanza en estos momentos a pleno rendimiento. Alternativas para el aislamiento de edificios a partir de cartón reciclado, o para fabricar alfombras con botellas de plástico desechadas están hoy sobre la mesa. “Parte de las alfombras disponibles actualmente proceden de materiales reciclados y pueden reciclarse a su vez”, explica Beardsley. En ellas, emplea este ejemplo para destacar las posibilidades de los “procesos circulares en los que no hay desperdicios”.
Sea cual sea el camino que se elija para cambiar el modelo constructivo, algo en lo que coinciden los expertos es que, sin estrategias para la construcción de edificios de energía cero, el cumplimiento de los objetivos de París contra el cambio climático será complicado.
«El entorno urbano está cambiando y, con él, la necesidad imperiosa de una aproximación realista y cohesionada a la urbanización”, aseguró durante la COP 23 el máximo responsable de UN-Habitat, Joan Clos. Tanto por su consumo de energía como por el volumen que representan en las emisiones, cambiar el paradigma de la construcción será “esencial para que los países logren las contribuciones pactadas a nivel nacional (NDCs, de Nationally Determined Contribuitions)”, aseguran desde la COP.
De hecho, hasta en 132 de los compromisos nacionales para la lucha contra el cambio climático, se menciona específicamente al sector de la construcción. Sin embargo, en casi un tercio de los casos no se incluye ninguna acción específica para reducir el impacto ambiental de los edificios.
Frente a ello, colectivos como el World Green Building Council, del que forma parte Beardsley, lo tienen claro. “Los edificios cero emisiones serán esenciales en los próximos años”, sostiene Terri Wills, máximo responsable del citado colectivo. Pero este va más allá y en un documento titulado “De miles a miles de millones” plantea que, para 2030, todos los nuevos edificios operen ya sin emisiones de C02. Para veinte años después, con 2050 en el horizonte, el Green Building Council persigue que este requisito se extienda a todas las construcciones.
Y eso, aseguran, es posible en la práctica, como ya se está demostrando. Sin embargo, se estima (y de ahí el título del documento) que actualmente hay en el mundo 500 edificios comerciales y 2.000 viviendas de energía cero. Esta cifra está por debajo del 1% del total de las construcciones mundiales que el colectivo cree necesario transformar. «Esto tiene que pasar a varios miles de millones de edificios cero energía tan pronto como sea posible», urgen a que se emprenda un camino en el que todavía queda mucho por recorrer.
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