Actualizado: 05/07/2024
El yacimiento de Groningen, inaugurado a principios de la década de los 60, ha sido una verdadera mina de oro para Holanda. Desde su apertura, ha proporcionado más de 2.300 mil millones de metros cúbicos de gas fósil, traduciéndose en ganancias por el orden de los 430 mil millones de euros. De esa impresionante cifra, un 85% fue a parar directamente a las arcas estatales.
Una decisión esperada pero pospuesta
Aunque la decisión de cerrar el yacimiento se tomó en 2018, diversos factores, como la crisis energética y posteriormente el conflicto en Ucrania junto con la suspensión de importaciones de gas desde Rusia, hicieron que se aplazara. Sin embargo, no todo el campo se cerrará de inmediato. Once pozos continuarán operando por al menos un año más, proporcionando a Holanda cierta flexibilidad ante posibles crisis energéticas.
A pesar de su aporte económico, el yacimiento ha estado disminuyendo su producción durante años, principalmente debido a la creciente preocupación por los terremotos inducidos por la extracción.
Terremotos: el precio a pagar
Durante más de dos décadas, la región ha experimentado terremotos de baja magnitud pero superficiales, causando daños repetidos en edificaciones e infraestructuras. Además de los daños físicos, no podemos ignorar el impacto psicológico en la población.
Uno de los terremotos más intensos ocurrió hace apenas un año, en octubre de 2022, con una magnitud de 3.1 y su epicentro en Wirdum, a 25 km al norte de Groningen. Este sismo solamente generó más de 1.100 reportes de daños por parte de la población. Un estudio de la Universidad de Groningen en 2021 estimó que los terremotos en la región afectaron directamente a al menos 100.000 personas.
El KNMI, organismo meteorológico holandés, reportó que entre 1986 y 2018, Países Bajos experimentó 1.470 terremotos, con una frecuencia que ha ido en aumento. Desde 2001, han ocurrido 9 eventos con magnitud superior a 3, siendo el más fuerte en Huizinge en 2012 con una magnitud de 3.6.
El cierre de Groningen marca el fin de una era. Lo que en su momento fue un tesoro nacional ha dejado una cicatriz en la región debido a los terremotos y sus consecuencias. La lección de Groningen es clara: el coste de los recursos naturales no siempre se mide en euros.
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