El Reino Unido está sumido en una ola de calor extremo que ya ha marcado un récord histórico en el país: la temperatura ha llegado a alcanzar los 40ºC en la localidad de Charlwood, en Surrey (sureste de Inglaterra), el valor más alto registrado desde 2019, cuando el termómetro rozó los 38,7 grados en Cambridge. Y lo peor puede estar aún por llegar, ya que se espera que superen los 40ºC (hasta 43 según las estimaciones).
Al mismo tiempo, aumentan los inconvenientes causados por estas altas temperaturas, cuyos efectos se extienden también al sector del transporte aéreo, tanto militar como civil.
De hecho, el elevado calor está derritiendo el asfalto de las pistas de algunos aeropuertos, dificultando las operaciones de despegue y aterrizaje.
La Real Fuerza Aérea Británica anunció ayer que está despegando desde aeropuertos alternativos al de Brize Norton por estos motivos.
Durante este periodo de temperaturas extremas, la seguridad de los vuelos es la máxima prioridad de la RAF, por lo que las aeronaves están utilizando aeropuertos alternativos de acuerdo con un plan establecido desde hace tiempo. Esto significa que no hay impacto en las operaciones de la RAF.
RAF
Pero la ola de calor también está causando trastornos en el transporte aéreo civil: el aeropuerto de Londres Luton ha suspendido los vuelos porque el calor ha deformado una pequeña parte de la pista.
El cierre temporal provocó retrasos y cancelaciones de vuelos. La situación se resolvió a las 19.05 horas. Episodios como el descrito podrían multiplicarse en los próximos días, sobre todo si se cumplen las previsiones de una nueva subida de las temperaturas.
Los inconvenientes relacionados con las temperaturas récord también afectan a otros medios de transporte en el Reino Unido: por ejemplo, Netowrk Rail (la empresa que gestiona la infraestructura ferroviaria británica) ha instado a la gente a viajar en tren sólo si es estrictamente necesario y ha cancelado los servicios en algunas rutas. La empresa también ha confirmado que en Escocia se ha tenido que trabajar para garantizar que las líneas eléctricas que suministran energía a los trenes se mantengan firmes sin que se deformen por el calor.
Todos estos efectos del cambio climático son ya muy tangibles hoy (y no sólo dentro de cientos de años).
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