Actualizado: 27/04/2023
Una nueva investigación de un equipo internacional de científicos sugiere que el olor a tierra instantáneamente reconocible después de la lluvia es liberado por las bacterias que tratan de atraer a un artrópodo particular como una forma de propagar sus esporas.
El olor es un ejemplo de comunicación química de 500 millones de años de antigüedad, que evolucionó para ayudar a un tipo particular de bacteria a propagarse.
Los científicos han estado fascinados durante mucho tiempo por el olor único que aparece cuando llueve.
El olor es particularmente evidente cuando las primeras lluvias de una temporada golpean el suelo seco. Dos investigadores australianos denominaron al olor petrichor, después de que un influyente estudio realizado en 1960 sugiriera que ciertas plantas producen un aceite particular durante los períodos secos, y que luego se libera en el aire cuando llueve.
Uno de los principales componentes del petrichor es un compuesto orgánico llamado geosmina. Los científicos saben desde hace tiempo que un género común de bacterias, conocido como Streptomyces, produce geosmina. Prácticamente todas las especies de Streptomyces liberan geosmina cuando mueren, pero hasta ahora no ha quedado claro exactamente por qué la bacteria genera este distintivo aroma.
El hecho de que todas produzcan geosmina sugiere que confiere una ventaja selectiva a la bacteria, de lo contrario no lo harían. Así que sospechamos que estaban señalando algo y lo más obvio sería algún animal o insecto que podría ayudar a distribuir las esporas de Streptomyces.
Mark Buttner, autor de la nueva investigación.
A través de una serie de experimentos de laboratorio y de campo, los investigadores descubrieron que la geosmina atrae específicamente a un tipo de artrópodo diminuto llamado Cola de Resorte.
Estudiando las antenas de los colémbolos, los investigadores descubrieron que los organismos pueden sentir directamente la geosmina. Los investigadores sugieren que ambos organismos evolucionaron juntos, el Streptomyces sirviendo como alimento para los colémbolos, mientras que los colémbolos posteriormente esparcieron esporas bacterianas ayudando a sembrar nuevas colonias de Streptomyces.
Hay un beneficio mutuo. Los colémbolos se comen a los Streptomyces, así que la geosmina los atrae a una valiosa fuente de alimento. Y, los colémbolos distribuyen las esporas, tanto pegadas en sus cuerpos como en sus heces, que están llenas de esporas viables, así que los Streptomices se dispersan. Esto es análogo a las aves que comen los frutos de las plantas. Consiguen comida pero también distribuyen las semillas, lo que beneficia a las plantas.
Mark Buttner.
Esta relación simbiótica es clave para la supervivencia del Streptomyces, ya que se sabe que la bacteria produce ciertos compuestos antibióticos que la hacen tóxica para otros organismos como la mosca de la fruta o los nematodos. Los colémbolos, por otro lado, generan una serie de enzimas novedosas que pueden desintoxicar los antibióticos producidos por el Streptomyces.
Este nuevo descubrimiento sugiere que uno de los principales elementos de ese icónico olor a tierra húmeda está respaldado por una relación de casi 500 millones de años entre las bacterias y los artrópodos, mediada por un modo de comunicación química extraordinariamente específico.
Vía www.jic.ac.uk
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