Actualizado: 06/10/2022
El aumento de la conectividad, que afecta a cada vez más sectores comerciales y ámbitos sociales, es una realidad que ya nadie pone en duda.
La industria del automóvil no es, ni mucho menos, ajena a estos cambios. Los llamados «vehículos conectados» son un claro ejemplo de este incipiente panorama. Cada vez son más las empresas del sector que dedican recursos, energía y tiempo a desarrollar las herramientas pertinentes para hacer posibles estos avances.¿El objetivo? Conseguir coches que sean, poco a poco, lo más autónomos posible, empezando por que sean capaces de interactuar entre ellos y con diferentes elementos del entorno urbano, proporcionando a los usuarios información útil para sus trayectos (plazas de aparcamiento, estado del tráfico, rutas alternativas), más seguridad (sistemas de alertas, de control de velocidad, de frenado automático) y comodidad al volante (calefacción y aire acondicionado, y en definitiva, para mejorar la experiencia de conducción y llegar eficazmente y a tiempo a nuestros destinos. ¡Y todo ello, por supuesto, a tiempo real!
No se trata de algo que se plantee para un futuro lejano. Ya a día de hoy multitud de nuevos vehículos (por ejemplo, muchos de los modelos de la flota eléctrica), incorporan la capacidad de controlar ciertos elementos del coche, desde la temperatura, determinados parámetros técnicos, los sistemas de navegación e información del tráfico, la localización e incluso aplicaciones destinadas a abrir y cerrar las puertas o arrancar el vehículo. Se trata, en muchos casos, como vemos, de elementos críticos para la seguridad del vehículo, que permiten acceso al mismo y a gran parte de sus sistemas.
Esto es, precisamente, lo que se ha puesto de manifiesto la necesidad de abordar las cuestiones relacionadas con los problemas de seguridad que muchos de estos servicios tienen el potencial de traer consigo. No se necesita mucho más que un dispositivo móvil conectado o un simple portátil para pertrechar un ciber-ataque dirigido a algunos de los mencionados sistemas del coche conectado, y con ello, dé a los hackers acceso a información privada de los usuarios, como su ubicación, o les permita, incluso, robar un vehículo. A medida que la conexión y las automatizaciones avancen, estos riesgos podrían llegar a afectar de manera drástica también a la seguridad vial, ya que muchos de los parámetros diseñados para estas tareas podrían ser manipulados por agentes externos que consiguieran aprovechar las brechas de acceso a los mismos.
Esto no quiere decir que este tipo de tecnologías sea incompatible con la seguridad, en palabras de Harold Li, vicepresidente de la empresa de seguridad ExpressVPN: “Este tipo de tecnologías no se contrarias a la privacidad de los datos. Hacer que la seguridad y la privacidad sean parte de los procesos de producción nos permite beneficiarnos de este tipo de tecnologías mientras disfrutamos de un entorno seguro y mantenemos la privacidad de nuestros datos.
Esto también requiere una mayor transparencia por parte de los fabricantes, compartiendo qué datos se recogen, cómo se utilizan y qué se hace para mantenerlos de forma segura.”
Este tipo de vehículos comparten datos y actualizaciones en internet y esta comunicación no siempre se realiza mediante comunicaciones seguras, en cualquier otro mercado estas comunicaciones ser realizarían a través de un servidor VPN.
Esta orientación a la seguridad se está convirtiendo, de hecho, en un elemento que se está colocando a la altura de otras funciones de seguridad básicas como pueden ser los frenos, la fiabilidad del motor o los airbags. De nada servirá tener estos últimos, si no se han asegurado eficazmente los primeros.
En este gran desafío no participarán solamente las compañías automovilísticas. Los diseñadores de software y otros equipos conectados, los usuarios y también las entidades y los organismos públicos jugaran un papel esencial en la transición. Previsiblemente, se comenzará apuntalando la seguridad de los sistemas de transporte cooperativo, que ya están demostrando su eficacia a la hora de reducir el número de muertes en carretera, la fluidez del tráfico y están mejorando notablemente las experiencias de conducción.
Solo cuando se haya logrado esto estaremos en disposición de enfrentarnos al reto de la conducción autónoma; un sistema en el que, como su propio nombre indica, el manejo no estará en nuestras manos. Su eficacia, su fiabilidad y su seguridad son, por esa razones, elementos innegociables. Aquí las consecuencias son más serias: de ello dependerá, entre otras muchas cosas, nuestra integridad física y nuestra vida.
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