Todos, en algún momento, hemos pensado o hablado sobre la inteligencia de nuestros compañeros de cuatro patas. Por supuesto, a todos nos gusta imaginar que nuestra mascota es el animal más inteligente que jamás haya existido. Así que, ¿podemos zanjar el viejo debate? ¿Cuales son más inteligentes: los perros o los gatos?
Resulta que la respuesta no es tan sencilla como quisieramos.
Los investigadores de la cognición canina no estudian la «inteligencia» en sí misma, sino que examinan distintos aspectos de la cognición.
De hecho, algunos investigadores cuestionan la costumbre humana de comparar la inteligencia entre especies.
En su forma más simple, los gatos son inteligentes en las cosas que los gatos necesitan hacer, y los perros en las cosas de los perros. Comparar un gato con un perro es como preguntar si un martillo es mejor herramienta que un destornillador: depende de para qué haya sido diseñado.
Esto no quiere decir que los investigadores del comportamiento animal no hayan intentado medir la inteligencia de perros y gatos o, más exactamente, las capacidades cognitivas más allá de las necesarias para mantener la vida.
La inteligencia animal suele dividirse en tres grandes áreas: capacidad de resolución de problemas, formación de conceptos (la capacidad de formar conceptos generales a partir de experiencias concretas específicas) e inteligencia social.
Estudios demuestran que los gatos tienen en realidad un alto grado de inteligencia social, «a menudo al mismo nivel que los perros».
Los estudios demuestran que los gatos pueden distinguir entre sus nombres y palabras que suenan de forma similar, y se ha descubierto que prefieren las interacciones humanas a la comida, los juguetes y los olores. La atención humana marca la diferencia para los gatos.
En uno de los raros estudios que comparan directamente a los gatos y a los perros, los investigadores no encontraron diferencias significativas entre la capacidad de las especies para encontrar comida oculta usando las señales de un humano que les señalaba. Sin embargo, los investigadores observaron que «los gatos carecían de algunos componentes del comportamiento de captación de atención en comparación con los perros». (Los dueños de mascotas que hayan visto a un perro mendigar ante su comedero mientras un gato se alejaba saben exactamente lo que observaron los investigadores).
Además, está el tamaño del cerebro. Una noción comúnmente sostenida es que el tamaño del cerebro dicta la inteligencia relativa, y si eso fuera siempre cierto, los perros parecerían prevalecer.
Estudios entre especies ha demostrado que «cuanto más grande era el cerebro de un animal, más autocontrol mostraba». La capacidad de autocontrol es uno de los indicios de una mayor función cognitiva.
Pero hay una pega: Los gatos no se incluyeron en el estudio, así que, aunque podemos especular sobre su rendimiento en función del tamaño de su cerebro, en realidad no lo sabemos.
Otra cosa que hay que tener en cuenta al hacer este tipo de evaluación de la inteligencia es que podemos tratar a los perros y a los gatos de forma diferente. Por ejemplo, los perros suelen estar bien socializados y pueden tener adiestramiento, dan paseos en coche y van al parque para perros. Los dueños de gatos les dan menos oportunidades de socialización y entrenamiento de este tipo.
Así que, al final, ¿quién gana? La conclusión puede ser que hay que apreciar el tipo de inteligencia particular de tu mascota, especialmente la inteligencia social que los convierte en compañeros encantadores.
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