Jamai Qureshi, un experto en bolsa curtido en Wall Street, ha encontrado una forma de hacer negocio en el archipiélago noruego de Svalbard que ha provocado que muchos ecologistas y personas que se preocupan por el medio ambiente, se tiren de los pelos.
El emprendedor encontró la inspiración hace unos años, cuando visitó la zona como turista. En un ataque de detallismo, Qureshi decidió embotellar agua de glaciar para su mujer. Hoy, el de Wall Street recuperó la idea para dar forma a Svalbardi, una empresa que comercializa agua de iceberg como un líquido de lujo y que vende 750 mililitros de la bebida a un precio de 94 euros en centros comerciales de prestigio como Harrods (en Londres).
Svalbardi se ha marcado como objetivo vender entre 25.000 y 35.000 botellas anuales, necesitando extraer para ello unas 30 toneladas de hielo en el archipiélago de Noruega. Además, su método de trabajo les exige contar con tres litros de agua para poder comercializar solo uno.
Ante la controversia que la actividad ha despertado, Qureshi ha defendido su idea asegurando que utilizan exclusivamente hielos que ya flotan en el mar y que, por tanto, no afectan negativamente a la fauna del lugar.
La contaminación de la cadena de producción.
Lo cierto es que, entre los expertos en la temática, hay voces dispares. El País ha recogido testimonios de investigadores que sobre todo critican la contaminación que generan in situ los barcos con los que Svalbardi realiza su actividad. Además, el comercio de agua embotellada conlleva también el transporte de la mercancía a los expositores de venta, el uso de vidrios y plásticos o la generación de residuos.
A pesar de todo esto, Qureshi parece querer transmitir con cada una de sus palabras que su negocio vale la pena. El empresario destaca el bajo nivel de mineralización del producto como un punto a favor y, además, compara el gusto de su bebida con “el sabor de la nieve”.
Fotos: svalbardi.com
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