Actualizado: 05/07/2022
Tecnología eficaz y a bajo coste para que impacte en la salud de millones de personas. Es la máxima con la que trabaja el equipo de bioingeniería de la Universidad de Stanford que, siguiendo este principio, ha desarrollado un centrifugador de sangre de papel que permite separar el plasma de las células rojas sin necesidad de electricidad ni de altas inversiones. Este proceso es imprescindible para diagnosticar enfermedades como la malaria u otras que siguen cobrándose la vida de cientos de miles de personas en África Subsahariana, Asia, América Latina y Oriente Medio.
“Por cada cero que se añade a un avance científico, probablemente cientos, miles o millones de personas se están dejando fuera”, explica en el vídeo a continuación Manu Prakash, profesor de bioingeniería en Stanford e impulsor de este centrifugador de bajísimo coste, así como de otro aparato que completa el paquete tecnológico para la detección de enfermedades que azotan a poblaciones sin acceso a equipación tecnológica costosa: el foldscope, un microscopio de bajo coste (alrededor de medio dólar) fabricado también en papel y que cuenta con una calidad óptica semejante a la de los equipos que se emplean para la investigación.
“Democratizar la ciencia” para llegue a todo el mundo, es la idea detrás del desarrollo de estos equipos por parte del laboratorio liderado por Prakash (el Prakash lab), que se ocupa de la reformulación de herramientas médicas para obtener equipos con resultados similares pero al menor precio posible. Además, también se tienen en cuenta otros aspectos que multipliquen su capacidad de uso en las áreas más empobrecidas del mundo, como que sean fáciles de transportar (a ser posible en un bolsillo) y que no necesiten suministro eléctrico para funcionar, puesto que muchas de estas zonas están también fuera de la red.
Con estas bases, el centrifugador de sangre creado por estos expertos se inspiró en el mecanismo de un molinillo de juguete. Solo con papel, un cordel y plástico, el sistema logra una rotación a velocidades de hasta 125.000 revoluciones. Así, por 20 céntimos de dólar, se logra el centrifugado de la sangre, algo “crucial” para detectar dolencias como la malaria, la enfermedad del sueño, el VIH o la tuberculosis.
Este aparato, bautizado como paperfuge (papelfugador) ofrece resultados en poco más de un minuto y medio, tal y como puedes ver en el vídeo (minuto 7 en adelante). Combinado con el foldscope (puedes comprobar lo simple que es montarlo y utilizarlo a partir del minuto 1.15), se pueden diagnosticar esas enfermedades, lejanas para el mundo occidental, pero persistentes como amenaza para millones de personas en países en vías de desarrollo.
“Más de mil millones de personas en todo el mundo carecen de infraestructuras, caminos y electricidad”, recuerda Manu Prakash, impulsor de unas iniciativas que aspiran a que la ciencia no beneficie solo a unos pocos, y a quebrar así la brecha por la que millones de personas siguen siendo víctimas de la enfermedad, no por falta de tecnología, si no por falta de recursos, económicos y energéticos, para beneficiarse de ella.
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