Actualizado: 30/06/2022
Si andabas buscando en el mapa un lugar en el mundo que se pueda considerar un (o el) paraíso de las energías renovables, no pierdas de vista Alemania y, dentro de ella, dirige tu mirada hacia Baviera. Allí, una localidad de poco más de 2.500 habitantes, Wildpoldsried, se ha convertido en todo un referente.
Sus vecinos apostaron por la transición energética hace dos décadas y, gracias a esa capacidad de anticipación, hoy no son solo autosuficientes, sino que cuentan con un excedente que les reporta importantes ingresos.
Poblada mayoritariamente por ganaderos y, por ello, con abundancia de excrementos de las vacas, esta localidad supo sacar el máximo partido de sus principales recursos. Entre ellos se encuentra también el viento que sopla en esta zona de Alemania.
De ahí surge, en parte, esta revolución energética a escala local, en la que también han jugado su papel las medidas públicas de apoyo activadas en Alemania para este tipo de proyectos, y el empuje de la ciudadanía, que prendió después de que un ganadero decidiera dar el primer paso.
La iniciativa de Wendelin Einsiedler, que antes del cambio de siglo optó ya por invertir sus ahorros en paneles solares, un generador de biogás y una turbina eólica, supuso el punto de partida de un proyecto que, de personal, pasó pronto a colectivo.
Su apuesta, y la convicción de que no podían seguir quemando permanentemente combustibles fósiles para contar con calefacción, sentó las bases para la creación de una compañía participada por varios vecinos. Asimismo, motivó que el Ayuntamiento planteara en 1999 una consulta a la ciudadanía sobre cómo visualizaba su pueblo más de 20 años después. Como era de esperar, la mayoría se volcó en la transición energética.
De esos posos, Wildpoldsried ha pasado hoy a ser un lugar único, con más de 2.000 metros cuadrados de paneles fotovoltaicos para el aprovechamiento de la energía solar. Para generar energía a partir del viento, las turbinas eólicas instaladas superan ya la decena, con una capacidad de hasta 12 megavatios.
Plantas de biogás, instalaciones hidroeléctricas y el aprovechamiento de la biomasa para el sistema de calefacción acaban de perfilar el mapa de recursos para el aprovechamiento de las renovables de los que se ha ido dotando este pueblo.
Si ya, en 2011 la localidad producía el triple de energía de la que necesitaba para consumir, hoy los excedentes son todavía mayores. Con ellos, la inversión por la que apostaron años atrás los vecinos se ve recompensada, no solo con su autosuficiencia y con la satisfacción de haber dejado de lado las fuentes de energía fósiles, sino también en forma de ingresos, que se obtienen con la venta de la energía sobrante a la red eléctrica nacional.
Así, este pueblo se ha convertido en referente mundial, tanto por el modelo promovido, como por la forma de hacerlo; ya que fue el deseo de los vecinos el que impulsó todo este cambio. Ahora, es constante la llegada de delegaciones internacionales que visitan este rincón de Baviera para conocer su experiencia. Según aseguran, el “pueblo de la energía” han recibido la visita de alrededor de 400 especialistas de todo el mundo.
Sin embargo, con la ley en la mano, logros como los de esta localidad son hoy más difíciles de conseguir, al menos en este estado. La decisión de su máximo responsable, de la Unión Social Cristiana, de prohibir la construcción de turbinas cuando estén a menos de 2 kilómetros de una residencia (antes la distancia era de un kilómetro), salvo cuando se decida por unanimidad de los vecinos, puede hacer de Wildpoldsried un ejemplo casi imposible de replicar.
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