Actualizado: 01/02/2021
La batería para el almacenamiento de energía más grande del mundo, con capacidad para el suministro durante una hora a una ciudad como Berlín, ha iniciado su cuenta atrás. Se construirá en Alemania y podría estar lista en 2023, cuando se espera que “cambie el mercado del almacenamiento” con su mecanismo simple, económico y limpio: esta batería de flujo solo necesita polímeros plásticos reciclables y agua salada para funcionar.
En hacer realidad esa batería se centra el proyecto Brine4Power (b4p), impulsado por EWE GASSPEICHER, filial de la proveedora EWE, con la colaboración de la universidad Friedrich Schiller. De hecho esta universidad presentó hace unos años una batería de flujo redox basada en polímeros orgánicos y agua, que está en el germen de esta ambiciosa iniciativa.
Partiendo de la misma idea, de lo que se trata ahora es de dar un giro de 180 grados a los contenedores de energía. Así, los expertos de EWE van a intentar usar cavernas de sal como contenedores, algo muy común para el almacenamiento de gas natural que se va a trasladar ahora a la energía para poner en marcha esta macrobatería.
Sin embargo, según indican los impulsores del proyecto, lo más probable es que las clásicas cavernas se sustituyan para esta iniciativa por contenedores de plástico de grandes dimensiones que emulen las características de esos espacios.
“Todavía tenemos que hacer algunas pruebas para clarificar varios aspectos antes de poder aplicar el principio de almacenamiento de la Universidad Friedrich Schiller en cavernas bajo tierra”, explica Ralf Riekenberg, responsable del proyecto, antes de asegurar que, pese a todo, prevé que la batería esté operativa a finales de 2023.
Si todo marcha para entonces, esta idea “cambiará de forma radical el mercado del almacenamiento” puesto que dos cavernas de tamaño mediano pueden almacenar energía suficiente para proveer durante una hora a una ciudad de las dimensiones de Berlín, asegura el responsable de b4p.
Esta batería que, a diferencia de otras en marcha, almacena directamente la energía sin convertirla, por ejemplo en aire comprimido, funcionaría en base a un sistema que no es nuevo: hacer acopio de la energía en un líquido en el que, tradicionalmente, se disuelven sales que pueden incluir vanadio y ácido sulfúrico. Esto ha sido ya superado en este proyecto, que evitará cualquier químico y empleará agua con sal y polímeros reciclables.
En las baterías de flujo redox se usan dos electrolitos distintos que van cada uno a un contenedor. Ambos atraen electrones, si bien el que lo hace con más intensidad es el catodo, mientras que el otro es el anolito. Cuando se introduce energía al contenedor, los electrones pasan al anolito, donde van cargando la batería. En el sentido inverso, cuando hay que proveer energía, el catolito arrebata los electrónes en un movimiento que crea el flujo de electricidad que hace falta.
Ese es el principio por el que se regirá la que aspira a convertirse en la mayor batería del mundo que, además de por sus proporciones, puede suponer todo un avance por su precio, al tener en los polímeros y el agua salada todo lo que necesita. Por el momento, los impulsores de este sistema siguen en fase de pruebas, aunque esperan que los contenedores se instalen durante el ultimo trimiestre de 2017 en Jembum, en East Frisia (Alemania), donde la empresa opera ya ocho cavernas saladas para el almacenamiento de gas natural.
Más información en Brine4Power.
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