Actualizado: 18/03/2021
La investigación publicada en la revista científica ‘Nature Sustainability’ señala que desde 1977, cerca de 70 mil pequeñas tortugas consiguen nacer cada año gracias a un programa de preservación y protección de ONGs.
Los esfuerzos comunitarios y la vigilancia de la población local, los ribereños, contra cazadores están permitiendo que las playas fluviales de la Amazonia vuelvan a llenarse de tortugas.
En el caso de la comúnmente llamada «tortuga de la amazonia», los resultados son impresionantes y dignos de resaltar: desde 1977, cada año son 70 mil tortugas más que consiguen nacer en las áreas monitoreadas a las orillas del Río Juruá, importante afluente del Amazonas.
Comparado con 40 años atrás, nueve veces más tortugas están realizando el desove en las arenas de la región.
Los datos, resultados de una investigación realizada por las universidades inglesas de East Anglia y Anglia Ruskin y de las federales brasileñas de Alagoas y del Amazonas, están publicados en el periódico científico «Nature Sustainability».
Después de declives poblacionales severos de muchos años causados por la sobreexplotación histórica, las playas de nidificación de tortugas, localmente conocidas como tableros, han sido protegidas del robo tanto de huevos como de ejemplares adultos por los guardias informales de las comunidades locales y, al mismo tiempo, el éxito para la nidificación, especialmente para la Podocnemis expansa, especie de alto valor y dependiente de la arena «, resaltan los investigadores, en el artículo.
Además de la tortuga de la Amazonía, se han detectado resultados positivos también se la observaron de especies como la tracajá (Podocnemis unifilis) y la pitiú (Podocnemis sextuberculata). Gracias a los trabajos de conservación, poblaciones del jacaré-azul (Melanosuchus niger), del delfín rosado (Inia geoffrensis), de la iguana verde y de muchas aves y peces también se están beneficiando.
«Nuestra investigación destaca el valioso servicio de conservación proporcionado por las comunidades locales no sólo para las tortugas, sino para el ecosistema más amplio. Reconocer la importancia de este trabajo nos muestra el potencial para acciones de conservaciones eficaces, incluso fuera de áreas formalmente protegidas», afirma el investigador Joseph Hawes, de la Universidad Anglia Ruskin.
El estudio muestra que actualmente hay cerca de 2 mil nidos de tortugas en las playas, a orillas del Juruá, protegidas por las comunidades locales. De ellos, anualmente, sólo el 2% son atacados por cazadores. En otras playas analizadas, los cazadores recolectan huevos del 99% de los nidos.
En el caso de la tortuga amazónica, la población pasó a tener una cantidad consistente de ejemplares sobre todo en los últimos 15 años. En el mismo período, de acuerdo con los investigadores, 19 playas no protegidas se informaron como lugares donde difícilmente se veía una tortuga.
En cuanto a los nidos recientemente verificados por los investigadores, se encontraron 584 de tortuga de la amazonia en las playas protegidas y sólo 10 en las no participantes del proyecto de conservación. De las otras especies de tortugas, fueron 786 contra 161.
Las tortugas son históricamente objetivo de cazadores en la región amazónica, principalmente por el consumo de carne y de los huevos.
La legislación ambiental brasileña protege a estos animales desde 1967, pero la fiscalización gubernamental nunca ha sido eficaz. En los años 1970, cuando estos proyectos comunitarios se iniciaron, las poblaciones de tortugas presentaban niveles alarmantes en la región.
«Al incluir a los residentes locales en las prácticas de conservación, podemos aumentar la efectividad de los resultados de conservación y mejorar el bienestar local», cree el científico João Campos-Silva, del Instituto de Ciencias Biológicas y de la Salud de la Universidad Federal de Alagoas, de los autores de la investigación.
Las playas están protegidas por vigilantes locales las 24 horas del día durante toda la época reproductiva de las tortugas – cinco meses al año.
«Nuestro estudio demuestra la eficacia de las acciones de gestión local en lugares de conservación», afirma el profesor Carlos Peres, de la Escuela de Ciencias Ambientales de la Universidad de East Anglia, uno de los autores del trabajo.
«Delegar a un puñado de funcionarios del gobierno, generalmente residentes en centros urbanos, la protección de 5 millones de kilómetros cuadrados de ríos y bosques amazónicos es, en el mejor de los casos, una batalla perdida», compara Peres.
Los proyectos que hoy funcionan en la Amazonía son organizados por ONGs y por la autarquía federal Instituto Chico Mendes de Conservación de la Biodiversidad (ICMBio). Los ribereños participantes reciben ayudas, en forma de cestas básicas, por actuar en los programas de conservación.
De acuerdo con los académicos, que entrevistaron a 40 participantes del proyecto, la ayuda actual es de una canasta básica por mes. Lo que, considerando los cinco meses del programa, equivale a 110 dólares por vigilante. Los investigadores calculan que, por lo tanto, en los últimos cinco años, cada tortuga brasileña nacida ha costado sólo 3 centavos de dólar al gobierno y a las instituciones asociadas al proyecto.
Deja una respuesta