«Nuestro moringa proporciona una proteína completa con los nueve aminoácidos esenciales”. Hasta aquí, el eslogan de Kuli Kuli, proveedora estadounidense de moringa, vegetal que figura en la lista de lo que se conoce como ‘superalimentos’. Pero, más allá del reclamo comercial y de su éxito (vende en más de 3.000 establecimientos de Estados Unidos, Whole Foods incluido), esta startup ha logrado que un cultivo tradicional se convierta en arma para el empoderamiento de mujeres agricultoras de Ghana, Nicaragua y Haití.
Son ellas las que, mayoritariamente, proveen de este vegetal a la proveedora, que ha cerrado alianzas con un millar de productores locales (fundamentalmente productoras) en los países mencionados. En ellos, y gracias a la venta a esta empresa de parte de sus cosechas, cooperativas lideradas por mujeres, colectivos sin ánimo de lucro y familias que viven de la agricultura han obtenido ingresos por un valor global de 1,5 millones de dólares. Al impacto de esta empresa se suma otro millón, en este caso de árboles plantados.
Y es que, pese a que puede pasar por una empresa agroalimentaria más, desde luego no lo es. Con sede en Oakland, esta empresa fundada por Valerie Popelka, Jordan Moncharmont, Anne Tsuei y Lisa Curtis, surgió precisamente durante una estancia de esta última en Níger. Fue en ese país, uno de los que presentan un menor Índice de Desarrollo Humano del mundo, donde en una etapa como voluntaria para los Peace Corps Curtis probó por primera vez la moringa.
Con una dieta basada en poco más que arroz y mijo, la estadounidense acusó los efectos. “Cuando le mencionó a una vecina que se sentía cansada, le sugirió que probara moringa. Entonces, trajo varias hojas de un árbol próximo y las mezcló con un aperitivo de cacahuete muy popular llamado Kuli kuli”. De esa experiencia, más allá del rápido restablecimiento de la joven y de la inspiración para el nombre de la futura empresa, fraguó la idea y la filosofía de la misma. “Empezó a trabajar con los pobladores locales para animarles a usar moringa y fundó Kuli Kuli para contribuir a que las mujeres de esta región africana consiguieran un sustento mediante la venta de una porción de sus cosechas a Estados Unidos”.
Con ese germen y el éxito de una campaña de crowdfunding que recabó apoyos para la iniciativa por 53.000 dólares, surgió esta empresa que hoy distribuye a lo largo y ancho del gigante estadounidense moringa en forma de barras, tés o incluso bebidas energéticas naturales, entre otros productos. Con su éxito en la penetración en el mercado; el de las mujeres de las comunidades rurales de los países en desarrollo y, también, en Estados Unidos. “Nuestro objetivo a largo plazo es la mejora de las condiciones de vida en nuestro lugar de origen, Oakland, y en las comunidades de la que nos surtimos”, aseguran las promotoras de Kuli Kuli que especifican además que, entre los fines por los que trabajan día a día está el poner fin a la malnutrición y el de avanzar hacia la igualdad de género.
Dentro de este camino un nuevo paso se ha dado en beneficio de Haití, país especialmente azotado por la pobreza y golpeado una vez y otra por desastres naturales. Así, en 2015, Kuli Kuli, junto con Whole Foods, el programa para Haití de la fundación Clinton y la alianza de pequeños agricultores, lanzaron una iniciativa para plantar cientos de árboles de moringa en el país caribeño. Gracias a su impulso y a una nueva campaña de crowfunding que esta vez superó los 100.000 dólares en recaudación, el proyecto ha echado a rodar en Haití. El beneficio para el país, doble o incluso más que eso. De un lado se está reforestando y, de otro, se abre una oportunidad para las comunidades rurales locales, con el impulso a un superalimento que está empezando a repuntar en el norte y que, en el sur, está favoreciendo que centenares de personas abandonen la espiral de pobreza que azota a estos países.
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