
Un estudio dirigido por el MIT ha confirmado, con un alto grado de confianza estadística, que la capa de ozono de la Antártida se está curando gracias a los esfuerzos globales por reducir las sustancias que la agotan, como los clorofluorocarbonos (CFC).
El agujero de ozono se está recuperando gracias a la reducción global de CFCs
Un nuevo estudio liderado por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) confirma que la capa de ozono sobre la Antártida está en proceso de recuperación, gracias a los esfuerzos globales por reducir las sustancias que la destruyen. Esta investigación, publicada en la revista Nature, demuestra con un 95% de confianza estadística que la disminución de sustancias destructoras del ozono, como los clorofluorocarbonos (CFCs), es la principal causa de esta recuperación.
Raíces de la recuperación del ozono
La capa de ozono, situada en la estratósfera terrestre, actúa como un escudo natural contra la radiación ultravioleta del Sol. En 1985, se descubrió un «agujero» en la capa de ozono sobre la Antártida, que se formaba durante la primavera austral (de septiembre a diciembre), permitiendo el paso de niveles peligrosos de radiación ultravioleta. Esta situación aumentaba el riesgo de enfermedades como el cáncer de piel y otros efectos negativos sobre la salud humana y los ecosistemas.
En 1986, la científica Susan Solomon lideró una expedición a la Antártida, donde confirmó que los CFCs eran los responsables de la destrucción del ozono. Estos compuestos, utilizados en sistemas de refrigeración, aerosoles y materiales de aislamiento, ascendían hasta la estratósfera, donde liberaban radicales de cloro y destruían las moléculas de ozono. Como respuesta a esta crisis ambiental, en 1987 se firmó el Protocolo de Montreal, un tratado internacional que estableció la eliminación progresiva de los CFCs y otras sustancias perjudiciales para el ozono.
Evidencias cuantitativas de la recuperación
Hasta hace unos años, los científicos observaban signos de mejora en la capa de ozono, pero con incertidumbre sobre si esta recuperación se debía a la reducción de los CFCs o a otros factores como la variabilidad climática natural. La nueva investigación de MIT, liderada por Peidong Wang, ha aplicado una técnica conocida como «huella digital» climática, desarrollada por el premio Nobel Klaus Hasselmann, para identificar el impacto directo de la reducción de los CFCs en la recuperación del ozono.
Los investigadores realizaron simulaciones atmosféricas en diferentes escenarios: sin incremento de gases de efecto invernadero, sin disminución de sustancias destructoras del ozono y con variaciones meteorológicas naturales. Luego compararon estos modelos con datos reales obtenidos por satélite desde 2005 hasta la actualidad.
Los resultados confirmaron que la huella digital de la recuperación del ozono se ha fortalecido con el tiempo, y que en 2018 el patrón de recuperación alcanzó un nivel de confianza del 95%. Esto significa que la probabilidad de que la mejora del ozono se deba solo a variaciones climáticas es extremadamente baja.
Impacto y lecciones para el futuro
Los hallazgos de este estudio no solo confirman que la reducción de CFCs está funcionando, sino que también demuestran que los acuerdos internacionales pueden resolver problemas ambientales globales. La recuperación de la capa de ozono es un ejemplo de cómo la acción colectiva y las políticas ambientales efectivas pueden mitigar daños causados por la actividad humana.
Si la tendencia actual continúa, los científicos predicen que para 2035 podría haber años sin formación de agujero de ozono en la Antártida, y eventualmente la capa de ozono podría recuperarse por completo. Esto supone una gran victoria para la ciencia y la cooperación internacional en la lucha contra el cambio climático y la protección del medio ambiente.
Este estudio, financiado en parte por la Fundación Nacional de Ciencia de EE.UU. (NSF) y la NASA, subraya la importancia de continuar con políticas medioambientales ambiciosas para proteger la atmósfera terrestre. El éxito del Protocolo de Montreal podría servir como modelo para abordar otras crisis ambientales, como la reducción de emisiones de carbono y la transición hacia energías renovables y sostenibles.
Vía mit.edu
Más información: www.nature.com
Deja una respuesta