Los plásticos que se usan para fabricar los neumáticos de los coches son los mismos que se usan para fabricar los chicles. Desde el momento en que escupimos el chicle al suelo, ese trozo tarda más de 50 años en empezar a descomponerse. Los estudiantes de diseño Hugo Maupetit y Vivian Fischer decidieron recoger los chicles para moldear ruedas para monopatines.
Tras darse cuenta de que los chicles desechados, fabricados con gomas sintéticas, podían reutilizarse para construir ruedas de monopatines, Maupetit y Fischer visualizaron una futura colaboración con Mentos y Vans.
En esta colaboración imaginada, trabajaron juntos para sacar el chicle de las calles y devolverlo a ellas de forma sostenible.
Nuestra iniciativa pretende limpiar las calles de forma sostenible. Por eso hemos inventado un sistema que transforma las ruedas usadas y las convierte en nuevas. No se crean más residuos y el material se mantiene en uso.
Hugo Maupetit y Vivian Fischer.
Al iniciar la colaboración, Maupetit y Fischer sugirieron que se instalaran «tableros de chicles» por toda su ciudad universitaria de Nantes, donde los residentes pudieran clavar sus chicles.
A medida que los tableros de chicles se llenaran, las piezas se recogerían, se limpiarían, se moldearían juntas con un agente estabilizador y se teñirían con un tinte natural para formar las bases de las ruedas. El vibrante color del chicle junto con su textura gomosa lo convierten en una opción lúdica, aunque resistente, para la producción de neumáticos.
Los plásticos, como el caucho sintético, pueden moldearse, prensarse y endurecerse en diferentes formas, lo que hace que el material de construcción sea relativamente duradero y fácil de trabajar. Además, no hay escasez de suministro: está en todas partes.
Pero recuerda que también existe el chicle ecológico, 100% biodegradable, así se hace.
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