Actualizado: 05/11/2021
Una secadora que lleva funcionando, como el mismo brío, desde 1967; una lavadora comprada de segunda mano que hace lo propio desde los sesenta, cuando se estrenó en una lavandería; un lavavajillas en marcha desde 1984… son algunos de los electrodomésticos más longevos de España, que han aflorado ahora gracias a un concurso que ha revitalizado también el debate sobre una práctica, la obsolescencia programada que, en dirección opuesta a la de estos ejemplos, acorta desde la fabricación la vida de los electrodomésticos, para promover el consumo.
La iniciativa #MieleDuraMás, impulsada por el fabricante alemán, ha puesto el foco sobre electrodomésticos tan duraderos como el de Pablo Azpeitia, heredero de una secadora adquirida por su madre en los sesenta, que sigue funcionando como entonces y que, ahora, comparte espacio con una nueva –“envía tu foto y gana un electrodoméstico nuevo”, era el reclamo de la campaña-. Sin embargo, el electrodoméstico recién estrenado no roba protagonismo a un aparato que entró en la vida de la familia al mismo tiempo que lo hacía en España el bikini y, también, en el mismo año en el que el Che Guevara era asesinado en Bolivia.
A la historia de Pablo Azpeitia y su secadora se han sumado para este concurso de Miele muchas otras de familias que conservan electrodomésticos de entonces tras haber pasado de generación en generación, haber soportado mudanzas y haber sumado décadas en marcha, como se puede ver en esta galería de imágenes.
Para que estos ejemplos dejen de ser la excepción, distintos colectivos trabajan para poner freno a la obsolescencia programada, práctica que es diametralmente opuesta a la producción y el consumo sostenibles y que, según sostienen desde la Fundación Energía e Innovación Sostenible Sin Obsolescencia Programada (Feniss), va en aumento y afecta especialmente a lavadoras, microondas, frigoríficos, hornos o lavavajillas. Cambiando de tercio, teléfonos móviles, ordenadores y reproductores de música son también algunos de los productos más afectados por esta estrategia.
En estos momentos, Francia abandera la lucha por la durabilidad y la fabricación sostenible de electrodomésticos, después de aprobar una ley para la transición energética especialmente dura con estas prácticas, ya que incluye penas de hasta dos años de cárcel y multas de 300.000 euros para las empresas que, de forma intencionada, limiten la durabilidad de sus productos.
Para contener esas políticas que priman el usar y tirar, el Congreso aprobó recientemente una proposición no de ley que pide la prohibición de la obsolescencia programada al Gobierno que, en 2015, reformó la normativa sobre residuos de aparatos eléctricos y electrónicos para instar a los fabricantes a extender la vida útil de los equipos.
Mientras se dan pasos en esta dirección, del ejemplo de los propietarios que participaron en el concurso de electrodomésticos longevos quedan algunas lecciones, sobre las que inciden desde Feniss, que defiende que cada consumidor puede combatir la obsolescencia programada. La reparación de los electrodomésticos, el consumo responsable, la apuesta por los productos de segunda mano y el reciclaje, son solo algunas medidas que puede adoptar cualquiera para salvaguardar el medioambiente y extender, en lo posible, la vida útil de los electrodomésticos, que ha menguado hasta los 13 años de media.
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