Científicos han descubierto que las grandes ballenas comen al menos tres veces más de lo que se pensaba, un descubrimiento que pone de relieve su importancia para mantener la salud de los océanos.
El nuevo estudio proporciona pistas sobre por qué la desaparición de millones de las ballenas más grandes fue tan devastadora para el medio ambiente marino. El restablecimiento de la población de ballenas podría hacer maravillas para los entornos marinos e incluso podría ayudar a reponer las menguantes poblaciones de peces.
Entre 1900 y 1970, la caza industrial de ballenas acabó con cerca de 1,5 millones de ballenas grandes alrededor de la Antártida. Las especies de ballenas más grandes del planeta fueron cazadas sistemáticamente, lo que redujo su población en más de un 70% en muchos casos. El 99% de las ballenas azules que estaban vivas en 1900 habían desaparecido en 1960.
Los científicos de los años 70 habían supuesto que, sin las ballenas como presa, las poblaciones de krill y peces explotarían y otros depredadores prosperarían al llenar el vacío en la cadena alimentaria. Pero no fue así. El ecosistema nunca se recuperó. En realidad, se produjo un increíble declive durante los 50 años siguientes, que sigue produciéndose en la actualidad. Los descensos más pronunciados de la biomasa de krill se han observado en las zonas donde se mataron más ballenas.
Hasta hace poco, era muy difícil hacerse una idea de cómo se alimentan las grandes ballenas. No pueden mantenerse en cautividad y se alimentan a gran profundidad bajo la superficie del agua.
Los científicos desarrollaron unos sensores especiales que podían detectar los peces y el krill mientras las ballenas los comían. Estos sensores, que se pegan a las ballenas con ventosas, se utilizaron para seguir a 321 ballenas en el Océano Austral, que rodea la Antártida.
Gracias a esta tecnología, los científicos descubrieron que las ballenas comían tres o más veces la cantidad que se pensaba. Esto significa que las poblaciones anteriores a la caza de ballenas sólo en el Océano Austral habrían comido unos 400 millones de toneladas métricas de krill al año, mucho más de lo que se suponía. Eso es también el doble de la cantidad total de krill que queda hoy en la Antártida.
Eso significa que las ballenas producen mucha más cantidad de sus cacas ricas en hierro de lo que se creía, un hecho que explica la gravedad del daño ambiental cuando las mataron.
Cuando las ballenas se alimentan y defecan, redistribuyen el hierro hacia la superficie del océano. Esto hace que el hierro esté disponible para el fitoplancton, pequeñas algas que no pueden crecer sin este nutriente. Éstas, a su vez, son devoradas por el krill, que a su vez es devorado por las ballenas. Sin las ballenas, una gran proporción de este hierro cae hacia el fondo del océano, abandonando efectivamente el ecosistema.
Dado que las ballenas parecen ser un actor tan fundamental en el ecosistema, el restablecimiento de la población de ballenas en el océano Antártico y en otros océanos sería beneficioso para los entornos marinos.
Más información: www.nature.com (texto en inglés).
Vía marineuas.net
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