
Barcelona está demostrando ser un referente en la implementación de tecnologías sostenibles dentro de sus sistemas de transporte urbano. El proyecto MetroCHARGE es una muestra clara de cómo la innovación puede contribuir a la sostenibilidad y a la eficiencia energética, aprovechando al máximo los recursos existentes para crear un impacto positivo en el medio ambiente. A través de este proyecto, la ciudad no solo busca reducir su huella de carbono, sino también optimizar el uso de la energía en su red de metro para otros usos en la ciudad, como la carga de vehículos eléctricos (EVs).
MetroCHARGE: Aprovechamiento de la Energía Regenerativa
El principio básico detrás del proyecto MetroCHARGE es la utilización de la energía regenerativa generada durante el frenado de los trenes de la red de metro. Este proceso, que es similar al funcionamiento de los sistemas de frenado regenerativo de los coches híbridos y eléctricos, convierte la energía cinética en electricidad que luego se redistribuye para alimentar la propia infraestructura del metro y los cargadores de vehículos eléctricos en la superficie.
Cada vez que un tren se detiene, la fricción generada en el frenado se convierte en electricidad a través de un sistema de inversores. Esta energía es aprovechada para alimentar el 33 % del consumo energético de los trenes y estaciones, lo que supone un ahorro importante en las emisiones de CO2, estimado en 3.885 toneladas anuales. Esto equivale a retirar de circulación aproximadamente 2.000 coches de combustión interna al año.
Infraestructura y expansión del proyecto
MetroCHARGE ha comenzado con la instalación de varias «electrolineras» en distintos puntos de la ciudad, siendo Bellvitge uno de los lugares pioneros. En estas estaciones de carga, se están utilizando cargadores ultrarrápidos y semirrápidos con potencias que van desde los 7,2 kW hasta los 150 kW. Además, el proyecto incluye la instalación de cinco plantas solares fotovoltaicas en puntos estratégicos como Boixeres, Sagrera, Santa Eulàlia, Vilapicina y Miramar, contribuyendo con fuentes de energía renovable adicionales.
Barcelona también ha instalado siete recuperadores de energía de frenado en las líneas L1, L2 y L4, y seis en las líneas L3 y L5. Estos sistemas permiten que el exceso de energía generado durante el frenado se almacene para usos futuros o se redistribuya inmediatamente a la red eléctrica. En total, se espera que el proyecto tenga una capacidad de carga ultrarrápida de hasta 100 kW en 15 puntos y de 150 kW en otros ocho puntos.
Beneficios ambientales y económicos
El impacto del proyecto MetroCHARGE es doble: ambiental y económico. En términos ambientales, el uso de la energía regenerativa y solar no solo reduce las emisiones de gases de efecto invernadero, sino que también disminuye la temperatura dentro de los túneles del metro. Desde que se implementó el sistema de frenado regenerativo, la temperatura promedio en los túneles de Barcelona ha disminuido en aproximadamente 1 °C (1,8 grados Fahrenheit), mejorando así las condiciones de trabajo y viaje en el metro.
Desde el punto de vista económico, TMB espera recuperar la inversión inicial de 7,8 millones de euros en un período de cuatro a cinco años, gracias al ahorro en costes energéticos y a los ingresos generados por las estaciones de carga. En estas estaciones, los conductores de vehículos eléctricos pagan aproximadamente 0,33 euros por kilovatio-hora, lo que genera una fuente de ingresos adicional para la ciudad.
Desafíos y oportunidades para otras ciudades
Aunque la tecnología de frenado regenerativo no es nueva y ya se utiliza en otras ciudades como Viena, Filadelfia o São Paulo, Barcelona ha sido pionera en aprovecharla a tal escala y para un propósito tan diverso como la carga de vehículos eléctricos. Este tipo de innovaciones no solo reduce el consumo de energía, sino que también ofrece un modelo replicable para otras grandes urbes que deseen avanzar hacia la sostenibilidad.
Sin embargo, existen desafíos. Uno de los principales obstáculos es el coste de implementación, especialmente en ciudades que no cuentan con trenes equipados con esta tecnología. El coste de un solo tren con frenado regenerativo asciende a unos 6,6 millones de dólares, y dado que tienen una vida útil de entre 35 y 45 años, es crucial que las autoridades de transporte lo incluyan en sus planes a medio y largo plazo.
Además, la coordinación entre diferentes actores involucrados, como empresas tecnológicas y eléctricas, es fundamental para determinar quién asumirá los costes y cómo se gestionará el proyecto. La experiencia de Barcelona puede servir como guía para otras ciudades interesadas en implementar soluciones similares, pero la colaboración y el intercambio de información serán esenciales para superar los desafíos técnicos y logísticos.
Barcelona ha demostrado que es posible hacer más sostenible un sistema de transporte urbano, no solo reduciendo su consumo energético, sino también reutilizando la energía generada para otros fines, como la carga de vehículos eléctricos. MetroCHARGE es un ejemplo inspirador de cómo la innovación y la sostenibilidad pueden ir de la mano, y su éxito podría allanar el camino para que otras ciudades en todo el mundo adopten tecnologías similares en la búsqueda de un futuro más verde y eficiente energéticamente.
Vía www.amb.cat
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