Aunque gran parte de las críticas en torno a la quema de combustibles fósiles se centran en los impactos a largo plazo para la salud del planeta, también puede tener efectos devastadores a corto plazo en la salud de la población humana.
Un nuevo estudio dirigido por científicos de Harvard ha arrojado nueva luz sobre el alcance de este problema, al concluir que la contaminación atmosférica derivada de los combustibles fósiles es responsable de más de ocho millones de muertes en todo el mundo en 2018.
El estudio se ha llevado a cabo en colaboración con científicos de la Universidad de Birmingham, la Universidad de Leicester y el University College London (UCL), y se centra en un tipo de contaminación atmosférica denominada materia particulada (PM) 2,5, que se refiere a partículas de polvo muy finas que miden menos de 2,5 micras.
Pueden proceder de diversas fuentes, como los incendios forestales, los tubos de escape de coches y camiones y la quema de combustibles fósiles.
Debido a su diminuto tamaño, pueden penetrar en los pulmones y en el torrente sanguíneo y, a través de la exposición crónica, provocar problemas de salud como asma, cáncer de pulmón, enfermedades coronarias e infartos.
La quema de combustibles fósiles produce partículas finas cargadas de toxinas que son lo suficientemente pequeñas como para penetrar en los pulmones.
Los riesgos de inhalar estas partículas, conocidas como PM2,5, están bien documentados.
Nuestro estudio se suma a las crecientes pruebas de que la contaminación atmosférica derivada de la continua dependencia de los combustibles fósiles es perjudicial para la salud mundial.
No podemos, en conciencia, seguir dependiendo de los combustibles fósiles, cuando sabemos que hay efectos tan graves para la salud y alternativas viables y más limpias.
Eloise Marais, coautora del estudio.
Marais y sus colegas trataron de aprovechar estudios anteriores de la contaminación por PM2,5, que usaban imágenes por satélite y de superficie para calcular las concentraciones en todo el mundo, pero que no pueden distinguir entre las PM2,5 procedentes de los combustibles fósiles y las que provienen de otras fuentes, como los incendios forestales y el polvo.
Los científicos usaron un modelo avanzado de química atmosférica desarrollado en Harvard para obtener detalles más precisos, combinándolo con las estimaciones de las emisiones de diferentes sectores, como la generación de energía, el transporte y la industria.
Después usaron simulaciones de química de oxidantes y aerosoles de la NASA para calcular las concentraciones de contaminación por PM2,5 procedentes de combustibles fósiles en diferentes lugares, con su sistema capaz de dividir todo el globo en segmentos tan pequeños como sólo 50 x 60 km.
Combinando esta alta resolución espacial con los datos sobre el lugar donde vive la gente, el equipo pudo sacar conclusiones más detalladas sobre el tipo de aire que inhalan las personas a diario.
A continuación, el equipo elaboró un nuevo modelo de evaluación de riesgos basado en investigaciones actualizadas sobre los vínculos entre la exposición a largo plazo a la contaminación por PM2,5, incluso en bajas concentraciones, y los resultados de salud y la mortalidad.
Al hacerlo, descubrieron una tasa de mortalidad muy superior derivada de la exposición a largo plazo a las emisiones de combustibles fósiles.
Anteriormente, el estudio más exhaustivo sobre la mortalidad por todas las fuentes de partículas en el exterior situaba el número de muertes anuales en 4,2 millones, incluyendo fuentes como el polvo y el humo de los incendios.
Los autores del nuevo estudio concluyen que en 2018, solo las emisiones de combustibles fósiles fueron responsables de 8,7 millones de muertes, lo que supone casi una quinta parte, o el 18%, del total mundial.
A menudo, cuando discutimos los peligros de la combustión de combustibles fósiles, es en el contexto del CO2 y el cambio climático y pasamos por alto el impacto potencial en la salud de los contaminantes coemitidos con los gases de efecto invernadero.
Esperamos que al cuantificar las consecuencias para la salud de la combustión de combustibles fósiles, podamos enviar un mensaje claro a los responsables políticos y a las partes interesadas sobre los beneficios de una transición a fuentes de energía alternativas.
Joel Schwartz, profesor de Epidemiología Ambiental, Harvard.
Más información: www.sciencedirect.com
Vía: www.ucl.ac.uk
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