Un gran estudio genético confirma la relación entre caminar a paso ligero y retrasar el envejecimiento.
Las investigaciones siguen demostrando que un estilo de vida más activo puede combatir algunos de los efectos del envejecimiento, como la aparición de daños cardíacos, la pérdida de memoria y el deterioro cognitivo.
A estos conocimientos se suma un nuevo estudio que detalla la relación entre el ritmo de andar y la edad biológica.
Investigadores de la Universidad de Leicester habían demostrado que sólo 10 minutos de marcha rápida al día podían aumentar la esperanza de vida de una persona hasta en tres años. Estos científicos han recurrido ahora a los datos genéticos para confirmar lo que, según ellos, es una relación causal. Y es que caminar tiene múltiples beneficios para nuestra salud.
Aunque ya habíamos demostrado que el ritmo de la marcha es un factor muy importante para predecir el estado de salud, no habíamos sido capaces de confirmar que caminar a buen ritmo fuera realmente beneficioso para la salud.
En este estudio utilizamos la información contenida en el perfil genético de las personas para demostrar que un ritmo de marcha más rápido es, en efecto, susceptible de conducir a una edad biológica más joven, medida por los telómeros.
Tom Yates, autor principal del estudio.
Los telómeros son las tapas que se encuentran en el extremo de los cromosomas y que los protegen de los daños, y por ello son el centro de muchas investigaciones sobre los efectos del envejecimiento. A medida que nuestras células se dividen, los telómeros se acortan y acaban impidiendo que la célula siga dividiéndose, convirtiéndola en lo que se conoce como célula senescente. Por este motivo, la longitud de los telómeros se considera un marcador útil para medir la edad biológica.
Nuevo estudio.
El nuevo estudio analizó los datos genéticos extraídos del Biobanco del Reino Unido sobre más de 400.000 adultos de mediana edad, y los comparó con la información sobre la velocidad al caminar, tanto la declarada por los propios participantes como la obtenida de los rastreadores de actividad que llevaban.
Se trata de uno de los primeros estudios en los que se analizan todos estos factores a la vez, y en el que se establece una clara relación entre la velocidad al caminar y una edad biológica más temprana. La diferencia entre los clasificados como caminantes rápidos y lentos fue de 16 años, según la longitud de los telómeros, escriben los científicos en su documento de investigación.
Esto sugiere que medidas como una velocidad de marcha habitualmente más lenta son una forma sencilla de identificar a las personas con mayor riesgo de padecer enfermedades crónicas o de envejecer de forma poco saludable, y que la intensidad de la actividad puede desempeñar un papel importante en la optimización de las intervenciones.
Dr. Paddy Dempsey, autor principal del estudio.
Más información: www.nature.com (texto en inglés).
Vía le.ac.uk
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